lunes, 3 de marzo de 2014

Nunca es tarde.


La desesperanza aflora, desembocando en un mar de lágrimas.


El miedo me acongoja al estar tan absurdamente cerca de poder rozar las nubes con los dedos y bailar con las estrellas..


¿Por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por qué, por una vez que estoy a punto de ganar la partida, no consigo sacar el número idóneo?


No entiendo nada, todo resulta tan frustrante.


No puedo equivocarme, pero soy incapaz de quedarme quieta. Llevo demasiado tiempo estancada en el mismo sitio.


Necesito respirar, pero me falta el aire cada vez que te vas.


Estás plagado de rarezas, pero no entiendes que cada una me enamora aún más que la anterior, eres la perdición más divina de este abrasador infierno.


Incluso el eco de los cantos de los guardianes del cielo lleva tu nombre. Es todo tan injusto.


Quiero luchar, necesito hacerlo, pero las heridas de todas mis batallas nocturnas terminan refrenando mi avance, y solo tú puedes impedir que terminen acabando conmigo.


Las lanzas atraviesan mi alma, mi hora está cerca. Ingenua de mí, que sigo esperando al caballero que me rescate de esta dolorosa tortura.. Pero llegas tarde, tu hermoso corcel no pudo volar lo suficientemente rápido como para salvar la distancia que nos separaba.


Y un último hálito de vida me permite susurrarle al viento mi pequeño gran secreto:


-Te quiero.